jueves, 21 de agosto de 2008

EDM en Rev. de LIBROS



Mundos portátiles
Felipe Correa


Este libro es "casi absolutamente portátil", como esa cajita de Duchamp, que contenía reproducciones en miniatura de todas sus obras. Pero aquí, en Equipaje de mano, en cambio, están contenidas las experiencias transportables de un testigo ambulante no tan conocido, cuyo nombre es Juan Pablo Meneses. Este joven periodista chileno es un viajante, pero no como Paul Theroux, ese novelista que se embarca en largos y aparatosos viajes donde todo parece ser irrelevante, con excepción de lo formalmente espeluznante y extraordinario.
Meneses viaja muy lejos, pero sin importar mucho si su destino es Antilhue o Estambul. Siempre llega a alguna parte y llega bien. Viaja para después contar, casi como un narrador ansioso, la versión no objetiva de la historia. Encuentra contrastes, piensa en las contradicciones y en las miserias, describe las silenciosas verdades humanas que hay detrás del azar y hace vibrar los hilos de los procesos microsociales. Se introduce en la dura realidad de los inmigrantes argentinos en Aguaviva, acompaña a Los de Abajo en una arriesgada travesía en bus a Buenos Aires, pesquisa las historias de los extraños habitantes de Gibsonton, recorre las estaciones abandonadas que quedan de Temuco hacia el sur y observa el desarrollo del campeonato nacional juvenil de boxeo amateur de Lautaro.
Las crónicas de viaje que están reunidas en este tomo tienen una visión de mundo frugal y honestamente preocupada. Su posición es la del público común, la del que se asoma entre la gente para saber qué pasó, la del que se emociona y la del que sabe que sus amigos no le van a creer lo que vio. Es una mirada atenta, que pone el ojo en donde está la herida.
Meneses no habla en nombre de la humanidad, ni de la belleza, ni de la ontología del viaje, sino que habla por sí mismo, en la perspectiva de su propia experiencia. No va a descubrir ningún misterio, sólo se hace cargo de la subjetividad de una noticia conocida, trillada o insignificante. Habla de las torres gemelas, tema del que ya pocos creen que se puede decir algo más, y lo hace bien.
Es entretenido, se lee de una patada. Son historias efímeras que no revisten un interés histórico particular, pero que componen una secuencia mínima de relatos felices y vivencias tristes que descubren una verdad acerca del funcionamiento normal de las cosas.
Una lograda mezcla de periodismo y narrativa en primera persona, donde el narrador no desaparece, sino que está vivo y habla de sí mismo. Como Truman Capote, o mejor, como cualquier sujeto común que se enamora, fuma marihuana y cuenta su experiencia a la vuelta de un viaje.
Sus personajes son "exquisitos perdedores" que, como dice Martín Vargas en "Los niños no sangran", no deben echarse a morir, porque aunque pierdan por nocaut, han ganado.
En la mayoría de los viajes de Meneses los días son como los demás y es eso lo que los hace interesantes. Esa búsqueda en la monotonía, en el ruido de fondo; es ahí donde se encuentran sus protagonistas, sus historias, sus mundos portátiles, su Equipaje de mano.

Revista de Libros, diario El Mercurio, CHILE

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